Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios
son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de
nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les
permite clamar: « ¡*Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le
asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos
hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si
ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. Romanos
8: 14 al 17
No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué
tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con
la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un
incrédulo? ¿En qué concuerdan
el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente.
Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y
ellos serán mi pueblo.» Por
tanto, el Señor añade: «Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada *impuro, y yo los
recibiré.» «Yo seré un padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice
el SeñorTodopoderoso.»2 Corintios6:14 al 18
Hoy sé un hijo
agradecido.
Levanta la mirada y dile gracias al Creador del universo: Padre:
Gracias por el don de la existencia.
Gracias por haberme hecho a tu imagen y semejanza.
Gracias por el don gratuito de tu amor, gracias por amarme como soy.
Gracias porque me has dado ojos para ver,
oídos para escuchar, manos para acariciar,
inteligencia para conocer la verdad, voluntad para buscar el bien,
corazón para amar y para hacerlo tu morada.
¡Mi corazón: templo de la Trinidad! ¡Cosa maravillosa!
Gracias por la capacidad de asombro que me diste.
Gracias por mis padres, por mi familia, por tener un hogar que me cobija.
Gracias por los amigos fieles y también por los que me han hecho sufrir.
Gracias por los tiempos dolorosos de mi vida,
por dejarme sentir la soledad para venir luego a colmarla con tu misericordia.
Gracias por quienes rezan por mí.
Gracias por la vocación y misión que me confiaste.
Gracias por haber puesto tu mirada en mí, gracias por confiar en mí.
Gracias por tantas experiencias bellas de mi vida.
Gracias sobre todo por la experiencia del amor de Cristo.
Gracias por haberlo enviado a vivir con nosotros como uno de nosotros,
para revelarnos tu rostro, redimirnos y trazarnos el camino.
Nos amó hasta el extremo,
nos dio como Madre a María Santísima,
se quedó para siempre en la Eucaristía,
y al final nos entregó a su mismo Espíritu, fuente del mayor consuelo.
Gracias por mi bautismo, por mi Madre la Iglesia,
por mi ángel de la guarda y por esperarme con los brazos abiertos en el cielo.
Gracias por tu paciencia conmigo,
gracias por perdonarme siempre y por seguirme amando sin guardar resentimientos.
Gracias por la vida y por la eternidad que me espera.
Una y mil veces: ¡Gracias Padre!
Levanta la mirada y dile gracias al Creador del universo: Padre:
Gracias por el don de la existencia.
Gracias por haberme hecho a tu imagen y semejanza.
Gracias por el don gratuito de tu amor, gracias por amarme como soy.
Gracias porque me has dado ojos para ver,
oídos para escuchar, manos para acariciar,
inteligencia para conocer la verdad, voluntad para buscar el bien,
corazón para amar y para hacerlo tu morada.
¡Mi corazón: templo de la Trinidad! ¡Cosa maravillosa!
Gracias por la capacidad de asombro que me diste.
Gracias por mis padres, por mi familia, por tener un hogar que me cobija.
Gracias por los amigos fieles y también por los que me han hecho sufrir.
Gracias por los tiempos dolorosos de mi vida,
por dejarme sentir la soledad para venir luego a colmarla con tu misericordia.
Gracias por quienes rezan por mí.
Gracias por la vocación y misión que me confiaste.
Gracias por haber puesto tu mirada en mí, gracias por confiar en mí.
Gracias por tantas experiencias bellas de mi vida.
Gracias sobre todo por la experiencia del amor de Cristo.
Gracias por haberlo enviado a vivir con nosotros como uno de nosotros,
para revelarnos tu rostro, redimirnos y trazarnos el camino.
Nos amó hasta el extremo,
nos dio como Madre a María Santísima,
se quedó para siempre en la Eucaristía,
y al final nos entregó a su mismo Espíritu, fuente del mayor consuelo.
Gracias por mi bautismo, por mi Madre la Iglesia,
por mi ángel de la guarda y por esperarme con los brazos abiertos en el cielo.
Gracias por tu paciencia conmigo,
gracias por perdonarme siempre y por seguirme amando sin guardar resentimientos.
Gracias por la vida y por la eternidad que me espera.
Una y mil veces: ¡Gracias Padre!
Siempre es
bueno ayudar al prójimo, pero también hay que saber cuándo es prudente
retirarse y dejárselo en manos a Dios
Si intentas cambiar a una persona y te empiezas a involucrar demasiado dentro de su vida corres el riesgo de caer en el error e inclusive pecar al igual que esa persona, ya que empezaras a mezclar emociones terrenales (de la carne) y no espirituales.
Ya sea atracción con alguien que sabes es yugo desigual, o bien ser objeto de manipulación por parte de una persona que no busca ayuda si no aprovecharse de ti.
Es por esta razón y por experiencia personal que les digo que siempre llegara el momento de dejarle tu batalla a Dios...
Recuerda que las batallas se ganan cuando basamos nuestras luchas en lo espiritual más que en lo terrenal.
Si intentas cambiar a una persona y te empiezas a involucrar demasiado dentro de su vida corres el riesgo de caer en el error e inclusive pecar al igual que esa persona, ya que empezaras a mezclar emociones terrenales (de la carne) y no espirituales.
Ya sea atracción con alguien que sabes es yugo desigual, o bien ser objeto de manipulación por parte de una persona que no busca ayuda si no aprovecharse de ti.
Es por esta razón y por experiencia personal que les digo que siempre llegara el momento de dejarle tu batalla a Dios...
Recuerda que las batallas se ganan cuando basamos nuestras luchas en lo espiritual más que en lo terrenal.
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